Movimientos incontrolables, temblores, rigidez, problemas para la comunicación y para el sueño, pérdida de equilibrio, dificultades para la coordinación, fatiga, depresión...

Más de 8.5 MM de personas en el mundo experimentan a diario estos síntomas sin todavía saber exactamente la causa por la que les toca a ellos esta desagradable papeleta.

Pero ¿Qué sucede en el sistema nervioso de las personas que lo sufren? Hablemos del Parkinson. Y hablemos de dopamina.

Habrás oído hablar de ella.

La dopamina es el neurotransmisor más importante que tenemos.

Regula diversas funciones entre las que se encuentran el movimiento y el estado anímico. Qué putada.

Porque lo que sucede, es que las células de nuestros ganglios basales que producen esta sustancia, se deterioran o mueren. Es decir, se desgasta la comunicación de impulsos de muchas neuronas que terminan por no poder mandar señales a los músculos.

Cuando los ganglios basales no son capaces de dominar los movimientos, van apareciendo la bradicinesia (lentitud de los movimientos), la hipocinesia (disminución de los movimientos), las dificultades posturales y de marcha y la dificultad para coordinar.

Es importante resaltar que existe una proteína jugando un papel protagonista en el Parkinson.

La sinucleína, que ayuda a las neuronas a comunicarse.

Otra situación que ocurre es que se forman depósitos ''mal puestos'' de esta proteína (lo llamamos cuerpos de Lewy) no sólo en las distintas zonas del cerebro, sino también en el corazón, en el esófago, en el intestino... Dependiendo de en qué parte del cuerpo se ''mal-acumule'' esta sinucleína, pueden aparecer otros síntomas como mareos al levantarse, estreñimiento o dificultades para tragar.

Entonces, ¿qué hacemos ante este escenario?

Disciplina. Tenacidad. Firmeza ante la toma de medicación y la práctica de ejercicio mental y físico.

¡A diario!

Acudir a los profesionales especializados en rehabilitación neurológica es fundamental para ganar la carrera a una enfermedad que no se detiene.

Mueve tu mente y tu cuerpo, implícate activamente en lo que te está pasando.

En LA NAVE te daremos lo tuyo para integrar los cambios necesarios. ¡Prepárate 360º ante el Parkinson!

Según la pirámide de necesidades humanas que propone Maslow, la alimentación se sitúa en el primer y más básico nivel. Sí, comer es un requisito fundamental para mantener la homeostasis y sobrevivir.

Pero hablemos de placer.

Un estudio alemán publicado por los investigadores del Instituto Max Plank, cuenta los resultados de la investigación realizada a 12 voluntarios en la que, gracias a la técnica tomográfica por emisión de protones (PET), se ve cómo el cerebro segrega una doble dosis de dopamina cuando comemos. La primera se libera cuando el alimento entra en la boca y la segunda, 15 minutos más tarde, cuando llega al estómago. Espectacular.

Ahora imagínate que te da un ictus. Tus circuitos subcorticales, de los que depende el cierre laríngeo y algunas zonas corticales que se encargan de que puedas elevar la lengua para tragar, sufren una isquemia que hace que pierdas todo control sobre tu deglución.

O imagínate que tras un cáncer de esófago tienes que someterte a tratamientos que te dejan la garganta hecha polvo y sin fuerza para tolerar alimentos sólidos.

De repente, en tu vida aparece la disfagia y con ella, cambian tu rutina y tus planes.

Ahora hablemos un poco sobre deglución. ¿Qué supone comer?

Mucho más que alimentarse. Se producen una serie de eventos neuromusculares voluntarios, involuntarios y reflejos que dividen el proceso deglutorio en varias fases, dependiendo del lugar anatómico en que se producen.

En plan resumido y sin ahondar en nervios, esfínteres y reflejos.

Cuando damos un bocao y masticamos, el bolo se mueve desde la cavidad oral hacia la orofaringe mediante un proceso voluntario del que todos (o casi todos) somos plenamente conscientes. Pasamos de fase. El bolo que hemos tragado se mueve desde la orofaringe hacia el esófago de manera involuntaria y sin retorno. Después, este bolo sigue viajando hacia el estómago.

Es decir. Masticación, sellado labial, contracción lingual, competencia velofaríngea, disparo deglutorio, reflejo tusígeno, elevación laríngea, peristalsis faríngea, coordinación neuromuscular esfinteriana...

Si algo falla, se compromete la eficacia o lo que es peor, la seguridad de tragar ciertos alimentos.

Comer es algo más que un evento mecánico. Comer es placer, es emoción, son procesos neuromusculares. Y un síntoma como la disfagia no puede seguir pasando tan desapercibido.

Pero sobretodo.

Sabemos que el dolor de cabeza es universal, a veces recurrente y en muchas ocasiones, confuso.
Cuando nuestros receptores del dolor nos gritan que algo va mal, nos están advirtiendo de algo más allá que lo puramente cerebral. Porque no, el cerebro no duele.
Quien sufre es su envoltura, los nervios, los vasos sanguíneos y sobretodo, el tejido muscular de las estructuras de la cabeza y el cuello.

Estamos acostumbrados a chutarnos Ibuprofeno, Naproxeno o Aspirina cuando se empiezan a manifestar esos síntomas tan molestos: nauseas, sensibilidad a la luz, dolor al masticar, debilidad en las extremidades, alteraciones sensitivas, dificultades para concentrarte y mantener la atención...

Sí, hay mucha sintomatología. Porque también hay muchos tipos de cefalea. ¡Te las explicamos un poquito!

Las tensionales

¡Y las más frecuentes! Directamente relacionadas con lesiones óseas o musculares de la zona del cuello. Suelen aparecer en momentos de mayor estrés y manifestarse como una presión ininterrumpida.

(Por cierto, ¿te suena el bruxismo?)

Es importante en estos casos examinar estructuras como las cervicales o la articulación temporomandibular antes de optar por el uso continuado de la analgesia química.

La revisión de hábitos posturales, orofaciales y de estilo de vida es también un paso imprescindible ante su abordaje.

La migraña

Más repetitiva, intensa e invalidante. Generalmente se inicia de manera hemicraneal y después se extiende hacia el resto de la cabeza. A veces es pulsátil y se acompaña de vómitos y alteraciones sensitivas (fotofobia, fonofobia, osmofobia). Muchos pueden ser sus desencadenantes:

(Existen muchos tipos de migraña, de los que hablaremos más profundamente en otro post)

Las trigémino-autonómicas

Cuando el dolor se localiza en un sólo lado y se corresponde con el territorio inervado por el nervio trigémino, significa que éste, está siendo activado de manera patológica por algún motivo. Es por eso que junto a la cefalea, aparecen síntomas autonómicos craneales como el lagrimeo, la sudoración facial, la rinorrea y la sensación de congestión. Duran poco tiempo, pero son muy intensas.

(Un mundo aparte y que trataremos en otro momento, son las cefaleas que se producen por Neuralgia del Trigémino)

Las asociadas a la actividad sexual o al ejercicio físico

Obviamente y para confirmar la relación, se requiere una prueba de imagen para confirmarlo. En el caso de las cefaleas en el sexo, pueden darse tanto antes como después del orgasmo, produciendo dolor a ambos lados de la cabeza y cesando después de unos minutos. En el caso del ejercicio físico, ¡no cualquiera sirve de excusa! Sobretodo y tras la práctica de un ejercicio intenso, realizado a temperaturas altas y a una altitud elevada, puede ser normal tener sensaciones pulsátiles y dolorosas.

Las hípnicas

Son las que te despiertan mientras duermes por el dolor que te producen.

Las tusígenas

Duran muy poco. Pero sí. Estornudar, toser, realizar la maniobra de Valsalva, mover peso o hacer caca con esfuerzo. En ese momento nuestro cuerpo experimenta un aumento de presión intracraneal que de manera secundaria, afecta a nuestros receptores del dolor en la cabeza.

Las del frío

Cuando nos comemos un helado, bebemos un vaso de agua de la nevera o estamos viendo nevar en Finlandia, en nuestro cuerpo se desencadena un crioestímulo que actúa punzante y muy localizadamente.

Como podéis comprobar, las causas y fisiopatología del dolor de cabeza son tan extensas que resultan prácticamente irresumibles.

Por ese motivo es importantísimo hacer una anamnesis extremadamente completa y un buen examen clínico que nos de las pistas necesarias para identificar los desencadenantes y tratar adecuadamente las crisis de dolor.

Preparar al cuerpo modificando hábitos y normalizando estructuras músculo-esqueléticas garantizan al paciente que las sufre, una disminución tanto en intensidad como en frecuencia de los episodios.

Recordemos que el dolor de cabeza se constituye como la enfermedad neurológica más prevalente en España.

En LA NAVE somos expertas en revisar incansablemente cada hábito, cada estructura y en encontrar soluciones para resolver tu dolor.

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