COMER vs. DISFAGIA

Según la pirámide de necesidades humanas que propone Maslow, la alimentación se sitúa en el primer y más básico nivel. Sí, comer es un requisito fundamental para mantener la homeostasis y sobrevivir.

Pero hablemos de placer.

Un estudio alemán publicado por los investigadores del Instituto Max Plank, cuenta los resultados de la investigación realizada a 12 voluntarios en la que, gracias a la técnica tomográfica por emisión de protones (PET), se ve cómo el cerebro segrega una doble dosis de dopamina cuando comemos. La primera se libera cuando el alimento entra en la boca y la segunda, 15 minutos más tarde, cuando llega al estómago. Espectacular.

Ahora imagínate que te da un ictus. Tus circuitos subcorticales, de los que depende el cierre laríngeo y algunas zonas corticales que se encargan de que puedas elevar la lengua para tragar, sufren una isquemia que hace que pierdas todo control sobre tu deglución.

O imagínate que tras un cáncer de esófago tienes que someterte a tratamientos que te dejan la garganta hecha polvo y sin fuerza para tolerar alimentos sólidos.

De repente, en tu vida aparece la disfagia y con ella, cambian tu rutina y tus planes.

Ahora hablemos un poco sobre deglución. ¿Qué supone comer?

Mucho más que alimentarse. Se producen una serie de eventos neuromusculares voluntarios, involuntarios y reflejos que dividen el proceso deglutorio en varias fases, dependiendo del lugar anatómico en que se producen.

En plan resumido y sin ahondar en nervios, esfínteres y reflejos.

Cuando damos un bocao y masticamos, el bolo se mueve desde la cavidad oral hacia la orofaringe mediante un proceso voluntario del que todos (o casi todos) somos plenamente conscientes. Pasamos de fase. El bolo que hemos tragado se mueve desde la orofaringe hacia el esófago de manera involuntaria y sin retorno. Después, este bolo sigue viajando hacia el estómago.

Es decir. Masticación, sellado labial, contracción lingual, competencia velofaríngea, disparo deglutorio, reflejo tusígeno, elevación laríngea, peristalsis faríngea, coordinación neuromuscular esfinteriana...

Si algo falla, se compromete la eficacia o lo que es peor, la seguridad de tragar ciertos alimentos.

Comer es algo más que un evento mecánico. Comer es placer, es emoción, son procesos neuromusculares. Y un síntoma como la disfagia no puede seguir pasando tan desapercibido.

  • Sus déficits fisiológicos son variados y su diagnóstico complejo.
  • Su rehabilitación debe ser lo más temprana e intensiva posible.

Pero sobretodo.

  • Su rehabilitación debe tener un compromiso constante con el placer de esas rutinas y planes que de manera repentina, se pierden.

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